En un alarde de superficialidad y desconocimiento afirmo: las obras
maestras de la literatura en cada idioma nos dicen algo del carácter del
país o región donde se forjaron. En Francia tienen Los Miserables (crítica social), aquí sería El Quijote (una obra de risa) y en Italia La Divina Comedia,
quizá reivindicando el colmo del orgullo cristiano y ganando por la
mano a Santa Teresa de Jesús. El tema de la Divina Comedia me apasionó
desde el principio por esa pretensión de poner un orden natural en un
ámbito misterioso del que nadie que hubiera podido ver ha vuelto para
contarlo. La obra más inmortal de Dante Alighieri
(el que sale en las monedas italianas de dos euros) es una narración de
la organización administrativa del “Más Allá” desde un punto de vista
geométrico y racional que la hace fascinante. Como guías turísticos en
tan inusual visita tiene en primer lugar a Virgilio (que le enseña el Infierno y el Purgatorio) y después a Beatriz (en el Paraíso).
A lo largo de la visita se van encontrando a distintas personalidades
famosas, al menos en la Florencia del siglo XII, y se va contando cómo
se organizan estas tres estancias y qué castigos o placeres reciben los
residentes. La más molona de todas es el Infierno, y como yo ya tengo
reservada una suite presidencial allí, pues me interesa muy
especialmente y me pareció que sólo mediante la Divina Comedia podría
saber si mi ubicación allí va a ser más o menos céntrica y con qué
servicios voy a poder contar.