La fundación de Roma, se remonta a los periodos legendarios de Rómulo y Remo en la península itálica. La
antigua Roma pudo nacer en el siglo VIII AC y su constitución no se
diferenciaba de las otras ciudades adyacentes, sobre todo latinas: el
rey como jefe supremo del ejército de guerra y el pueblo dividido en dos
grandes clases: los patricios y los plebeyos. Los primeros
representaban el poder aristocrático, eran terratenientes enriquecidos y
constituían el senado que funcionaba como cuerpo consultivo del rey. Los
plebeyos eran más empobrecidos, pero algunos formaban parte de las
curias (grupo de administración de intereses comunes y ejercicios de
culto). A finales del siglo V, el patriciado comienza a
predominar a través de las curias y asumía el poder político y militar,
por ende el rey comienza a perder poder y se transforma en, casi
exclusivamente, jefe de los ejércitos. El régimen aristócrata,
representado por el senado, acabó por destruir la monarquía (similar a
los acontecimientos en Grecia), y se adueña de la situación. La
suprema autoridad del estado y el mando militar comienzan a estar al
mando de los funcionarios patricios (elegidos por asamblea popular,
llamados cónsules) y así comienza el periodo republicano, a principios
del siglo VI AC.