Luego de su revolución de 1897 (y del magnicidio de Juan Idiarte Borda, y la posterior asunción como presidente de Juan Lindolfo Cuestas), el país volvió, mediante el pacto de la Cruz, a la situación de 1872. Esto es, que, entre otros derechos, los blancos pasaban a dominar seis jefaturas políticas (lo que hoy vendrían a ser seis departamentos). Esta distribución del poder es conocida como gobierno de coparticipación. Los historiadores, para señalar el peso político que Saravia tenía en el momento, cuentan cómo, en su estancia de El Cordobés, en Cerro Largo, el caudillo administraba un Estado dentro de otro Estado.
Finalmente, su muerte durante la revolución de 1904 significó la acefalía en el Partido Nacional. Los blancos ya no tenían un caudillo por el que pelear. Su desaparición significó la paz y, en retrospectiva, permitió la construcción del Estado batllista sin mayores dificultades en lo interno. 1904 fue el fin de los conflictos violentos entre blancos y colorados: a partir de la derrota blanca, la lucha se dirimió en las urnas, y no en el campo.
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